Segundo día: la primera ruta. Veinte de diciembre de 2016.

 

De nuevo comienzo la narración del segundo día desde la tranquilidad de tener una Bucanero bien fría en la mano, y en el primer momento del día en el que verdaderamente puedo descansar después de la ruta.

 

Son algo más de las 16:15 de la tarde (en Cuba anochece a las 18:00) no voy a desvelar el lugar desde donde escribo estas líneas aún. Dejaré que el ávido lector trate de ir dilucidándolo poco a poco en función de mis reflexiones, comentarios y desdichas acaecidas durante la jornada.

 

El día comenzó sobre las 06:30 AM en La Habana, Marina y Loli me prepararon un desayuno estupendo. Al ser tan temprano, sabía que las casas de cambio no estarían abiertas, por lo que la noche anterior me prestaron 120 pesos cubanos o CUP (el equivalente a 5 CUC) para que pudiese comprar alimentos durante mi jornada de hoy, ya que imaginaba que no aceptarían CUC (el peso convertible, para ciudades turísticas) en los pequeños pueblos que atravesaría. Lamentablemente, esa mañana me olvidé de devolvérselos, y hasta unas horas después no lo recordé. Sin aún saberlo, había contraído la primera deuda en la isla.

 

Lo que sí recordé a los quince minutos de salir de casa de Loli y Marina fue mi bidón de agua, elemento vital donde los haya, se me había quedado olvidado en el congelador (demostrando así, que no sólo se me olvida pagar) tras unos segundos de duda decidí volver y no empezar ya el primer día dejando cosas desperdigadas por la isla.

 

Este pequeño inconveniente me retrasó algo más de media hora, unido a que no salí junto con el amanecer, hacía que fuese algo colgado de tiempo sobre mi plan inicial.

 

Bueno, ya estaba de nuevo con mi bici iniciando la ruta, sabía los caminos y carreteras que a groso-modo me debían de llevar hasta Las Terrazas una vez alcanzase la Carretera Central, pero lo que no sabía era como salir de La Habana hasta coger la Carretera Central. De nuevo otro éxito de planificación.

 

Preguntaba a cada rato, el tráfico era terrible comparado con mi Córdoba natal, pero suave en comparación con mi Bogotá adoptiva. Creo que pregunté como diez o doce veces, me equivoqué una vez, bueno, en realidad se equivocó el taxista al que le pregunté y yo me equivoqué al hacerle caso. Encontrar la jodida Carretera Central de Cuba fue mucho más complicado de lo que creía.

 

Todo el mundo al que le preguntaba no entendía como habiendo una autopista, quería ir por la vieja y ajada Carretera Central. Mi mente de occidente no concibe mezclar autopista con bicicleta, pero parece que en la isla es un hecho muy común, de todas formas yo seguía en mis trece y no quería coger la autopista.

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La primera parte de la ruta La Habana – Guanajay. tenía 40 km.

 

Finalmente conseguí salir y ya en la Carretera Central todo sería más fácil. Llegué hasta el primer pueblo que estaba en mi ruta que era Bauta.

 

Entre Bauta y el siguiente pueblo, que era Caimito, ocurrió una cosa curiosa, al rato de salir de Bauta, la carretera empeoró exponencialmente, esto hizo que me parase a preguntar ya que no me cuadraba para nada que siguiese en la Carretera Central, *y este fue el resultado.*

 

Minutos más tarde volví a retomar la Carretera Cental y pasé por Caimito, el siguiente pueblo de mi ruta. Después de este pequeño desvío, las pequeñas bajadas y subidas en forma de lomas que ofrecía el territorío y el calor incipiente, empezaba a plantearme si podría llegar a mi destino sobre las dos ruedas o si quizás tuviese que cambiar el plan. A la salida de Caimito empiezan estas *primeras dudas de las que hablo.*

 

Finalmente llegué a Guanajay, el lugar dónde tenía pensado almorzar. Las dudas en el último trayecto desde Caimito a Guanajay habían aumentado, tanto que al llegar a este pueblo algo antes del mediodía, me senté en su plaza central *a meditar al respecto.*

 

Tantas dudas tenía, que después de esta reflexión, decidí quedarme en Guanajay a pasar el día, y temprano en la mañana siguiente saldría para Las Terrazas. Había pensado que podría ver algo por allí cerca de Guanajay y descansar. Parecía que la nube que me había acompañado tapando el sol ya nunca más estaría sobre mi, eran las 12:00 del mediodía y ante la mínima posibilidad de sufrir un golpe de calor en mitad de la carretera opté por la sensatez. Esto no era una decisión fácil, ya que en mi primer día de ruta tirar la toalla era frustrante, pero bueno, más importante era que no me pasase nada.

 

Decidido el asunto, empecé a buscar un alojamiento en el pueblo, quería dejar la bici, guardar todo, tomar una ducha y disfrutar de cualquier cosa que me pudiese ofrecer el pueblo de Guanajay durante la tarde.

 

Sabía que el alojamiento para extranjeros no era fácil en lugares no turísticos de la isla, y desde luego Guanajay podía ser muchas cosas, pero turístico no era. Encontré un ancla pintada en una casa, símbolo según me dijo Marina de que en ese lugar puedo hospedarme, el ancla era naranja en vez de la azul que me había comentado ella, pero yo lo achaqué a que se había destintado por el sol.

 

Entré y el hombre que estaba allá me dijo que ese alojamiento no era para extranjeros, que sólo era para cubanos, pero que podíamos intentar cuadrar algo con la dueña. La dueña vino y me ofreció quedarme por 15 CUC, intenté regatear y ahí empezaron las cosas extrañas, me explicó que no podía dejarlo más barato porque ella cobraba por horas las habitaciones, las dos primeras horas eran 70 pesos cubanos (3 CUC) y luego 50 pesos cubanos cada hora adicional (2 CUC), por lo que 15 CUC era lo mínimo en que podría dejarlo.

 

Las diferencias culturales siempre pueden hacer llegar a malentendidos, pero un hospedaje por horas… Aquí pocas diferencias culturales podría haber, estaba casi con toda seguridad en una casa de citas. Para salir de dudas, la señora amablemente me lo confirmó durante la siguiente conversación.

 

A mi sinceramente no me importaba, el precio me parecía bien y aunque estuviese en una casa de citas, yo sólo iba a estar allí para dormir y no creo que tuviese ningún problema. Lo único es que tenía música dentro, entonces le pedí amablemente al señor que la regentaba que la apagase, este me dijo que sin problema, por lo que me relajé y grabé *la habitación, que estaba totalmente equipada.*

 

Cuándo ya iba a ducharme, el señor llamó a la puerta y me dijo que tenía que comentarme algo, y es que la dueña le había dicho que la música no se podía quitar, ya que era centralizada, y las parejas apasionadas gritan, a veces demasiado, tenían vecinos a cada lado que debían de respetar.

 

Yo, que no estaba muy convencido en aquel lugar, decidí amablemente marcharme y buscar otro lugar dónde hospedarme, sólo tendría que mirar en la guía y ya.

 

Vuelvo a la plaza central, foco de mis reflexiones. Saco la guía y menuda sorpresa al descubrir que no hay ninguna reseña de Guanajay, es decir, que me podía ir olvidando de alojamiento para extranjeros allá, y aunque encontrase otro así de legalidad relajada, no había mucho que hacer en ese pueblo ni alrededores. Por lo que de nuevo tenía que replantear que iba a hacer.

 

Empecé a hablar con los lugareños para ver como llegaba a Las Terrazas, eran las 13:00, el sol pegaba fuerte, pero no parecía tener otra alternativa, tenía que llegar al siguiente pueblo con alojamiento, y este, era Las Terrazas.

 

De nuevo todo el mundo me dijo que tenía que salir a la autopista y ya por ahí no tenía pérdida, no concebían usar otra carretera, es cierto que esta autopista tiene casi 40 años, por lo que la gente menor de 60 años probablemente nunca haya conducido por otro lugar que no fuese ese.

 

Menos mal, y es la primera vez en todo el viaje que los mapas que me había hecho de la ruta me servían, que los llevaba religiosamente impresos en un cuaderno y así los podría enseñar. Me dijeron que estaba como a 30-35 kilómetros de Las Terrazas por ese camino, lo único que la carretera por ahí estaba bastante más mala que la autopista.

 

 

Me explicaron como salir del pueblo, y que en 5 km o así tenía que pasar por debajo de la autopista en un puente, como se ve claramente en el mapa.

 

Como aún no aparecía este puente y yo ya creía que llevaba más de 5 km recorridos empecé a pensar cómo podría ubicarme. Recordé que me descargué el mapa de Cuba en una aplicación que me había recomendado un amigo, saqué el móvil y entré a la aplicación con la sorpresa de que el GPS si que funciona, a pesar de no tener datos ni internet, el GPS funciona.

 

Es cierto, que la geolocalización no era muy buena y se perdía, pero uniendo el GPS y el mapa descargado, podía saber exactamente dónde estaba y hacía dónde iba, cosa que cambió exponencialmente todo mi viaje, ya nunca más me perdería.

 

A los pocos minutos escuché el sonido de los coches pasando por la autopista, aunque yo ya sabía que iba en buen camino. Eran aproximadamente las 14:00, el sol pegaba muy fuerte y aunque ya sabía dónde estaba, la carretera era toda cuesta para arriba, y cuesta para abajo, además llegó un momento en el que la carretera era malísima, unos huecos enormes y todo lleno de piedras, pensé que podía pinchar pero no sabía si podía permitirme ese lujo y conseguir llegar a mi destino antes del anochecer.

 

Me puse el sombrero bajo el casco porque el Lorenzo daba duro, no paraba más que a ponerme crema solar en la cara y a mirar si iba en el camino correcto. La verdad que el aspecto que tenía todo sudado, con el sombrero bajo el casco y la crema solar era bastante cómico.

 

Seguí rodando (con chute isotónico incluido por todo lo que estaba sudando), cuando de repente aparece un hospedaje (este con el ancla azul, símbolo de hospedaje para extranjeros) a un lado de la carretera, ya estaba cerca de las terrazas, pero no iba a tentar más a la suerte, todo sitio dónde pudiese hospedarme desde ya, tenía que intentarlo, *el resultado lo cuento aquí.*

 

He de comentar la lentitud con la que ya pedaleaba, además, he de traer a colación que en una de las casas dónde no había hueco, el padre de la señora que la gestionaba me ofreció 2500 pesos cubanos por la bici, la primera oferta recibida en la isla, unos 100 € aproximadamente. Obviamente la rechacé amablemente.

 

Como bien sabéis, tuve que seguir hasta Las Terrazas, parecía que algo me quería llevar allá a toda costa, pero ya estaba cerca, como a 6 km, por lo que pronto llegaría a mi destino.

 

Mientras rodaba vi a un grupo de niños de lo que parecía una escuela, les pregunté por el pueblo y me dijeron que ya estaba allí, que sólo tenía que girar a la izquierda y lo vería.

 

La verdad que cuando giré y vi la panorámica del pueblo automáticamente pensé que había merecido la pena, era un lugar precioso, ahora sólo tenía que encontrar alojamiento.

 

Encontré una casa rapidísimo que por 15 CUC que tenía alojamiento y desayuno, seguro que si hubiese buscado algo más podría haberlo encontrado más barato, pero ya, lo único que quería era descansar. Me duché, y salir a por una birra para comenzar el relato que acaban de leer, *sentado en el lugar que van a ver.*

 

Hoy el relato no termina acá, pasaron más cosas dignas de mención durante esa tarde-noche. La primera, es que mientras estaba escribiendo el relato, vi como se acercó un turista con la bici, y detrás iban con él dos chicos cubanos. Justo delante de mi, vi como el chaval quería decirles a los niños que prefería estar un rato solo, pero parecía que no tenía ni idea de español, ni los niños de inglés. Intercedí y le pregunté si quería seguir solo, me dijo que sí, y les dije a los niños que el chaval prefería seguir un rato sólo. Me dijeron que sin problema, el chaval me dio las gracias y siguió su camino. Este hecho previsiblemente bano marcaría el destino de mis próximos días.

 

Luego de terminar el relato, decidí dar un paseo por el pueblo antes de que anochezca, sus lugares más emblemáticos eran la casa-museo de Polo Montañez (cantante Guajiro) dónde lo que más me impresionó fue *el baño.* Luego visité la galería-taller de un pintor, Lester Campa, la verdad que su obra me gustó mucho, y no sólo eso, mantuvimos una charla entretenida durante un buen rato, el era un fanático de Picasso, yo le conté que era vecino mío, de Málaga, y luego charlamos un poco más sobre la vida. El pintor, muy amable, me regaló unas tarjetas con reproducciones de los cuadros que más me gustaron, pero lamentablemente horas después, las perdí por el pueblo. El pintor no tiene web, pero si se busca un poco, se puede ver su obra.

 

El otro lugar emblemático del pueblo era el Hotel Moka, un hotel que utilizaba energía solar para calentar el agua de las habitaciones, hecho por el cuál el pueblo en general tiene fama de apostar por las energías renovables. El hotel estaba muy bien la verdad, lo más interesante que tuve allá fue ver a *un grupo que regentaba el bar del hotel*, y una escueta charla con la camarera del mismo.

 

Volví a casa, y ahí terminó este largo e intenso día.

 

Publicada originalmente el 14/02/2017*

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