Tercera semana. Hechos acaecidos entre el nueve y el quince de marzo de 2015.

Tras disfrutar de un excelente viaje, vuelvo a comenzar una semana con una resaca, de alegría en este caso, aunque sí, también la acompañaba algún vestigio de resaca alcohólica, fruto de las indecentes mezclas de licores en la fiesta de los marinos, y lo que es peor, síntoma inequívoco de que las consecuencias de los excesos sabatinos, empiezan a acompañarnos hasta los malditos lunes.

Aun así, se levantaba conmigo una nueva semana llena de ilusión. ¿Quién sabe?Esta podría ser la mía. El fracaso en mi búsqueda laboral cosechado hasta el momento no estaba olvidado, pero sí superado.

Comenzaba mi tercera semana en Lima y todavía no había conseguido una mísera entrevista, pero como casi todo en la vida lleva su tiempo. La desesperación no iba a aportar más que obstáculos a mi camino.

Cuál sorpresa fue la mía, cuando a la mañana del lunes, al revisar mi correo, encontré un mensaje de la chica de recursos humanos que me había cancelado la entrevista el jueves pasado. Me preguntó que si estaba disponible para hacerla vía Skype el martes de esta semana, obviamente le dije que sí. Mi primera reacción fue de suma alegría, una entrevista que ya daba por perdida había vuelto, aunque fuese online, ahí estaba. Luego se me pasó por la cabeza que si hubiese tenido un gran interés en mí, me hubiese realizado la entrevista en persona y que si alguien había tenido la oportunidad de hacerla cara a cara, tendría muchas más posibilidades que yo. En definitiva, que quizás me hacía la entrevista por cortesía, ya que fui recomendado por mi compañero de entrenamiento de la semana anterior.

Tanto la posibilidad de la cortesía, como la de que verdaderamente estuviesen interesados en mí, rondaban mi cabeza. No soy negativo, simplemente estudio todas las posibilidades y aunque estuviese convencido de una u otra, mi actitud no vacilaría ni un momento. Había venido a jugar y desde luego, iba a salir a ganar.

Un par de mensajes después concretamos la cita para la entrevista online del día siguiente a las 09:00 am.

Parecía que mi primera entrevista en Lima se concretaba, y debía prepararla bien. Me habían informado de que las entrevistas en Perú podían tener algunas preguntas extrañas, al menos para nuestra cultura española. Me comentaron que era usual que me pidiesen dibujar un hombre bajo la lluvia, y que luego narrase una historia acerca de mi dibujo. Me pareció una absoluta idiotez, pero aun así, acudí a nuestro Dios Google en busca de una respuesta. Como en todos los aspectos subjetivos de la vida, encontré un amplio abanico de posibilidades, pero parecía que casi todas coincidían en que era importante dibujar al señor bajo un paraguas, síntoma de preparación, anticipación y seguridad. Y que luego la historia, a pesar de la lluvia, que casi siempre tiene tintes mustios y melancólicos, debía de ser alegre, optimista, citando las propiedades positivas de este fenómeno meteorológico.

A pesar de que no estaba nada convencido, lo apunté para que no se me olvidase. Iba a tener mi primera oportunidad, y no podía fastidiarla por esta tontería.

Después de esto, debía empezar a trabajar mi estrategia. Nunca fui un buen general, casi siempre perdía al Risk, pero todo el mundo me había recomendado ciertas pautas que debía mantener durante mi entrevista.

La característica más importante y una de las que más me costó conseguir, era, una pareja. Desde luego no una pareja real, si no ser capaz de convencerme a mí mismo de que era necesario decir que tenía novia, que ésta era peruana, y por ende, el motivo que me trajo a este lado del charco.

Mucha gente en España estará pensando que es algo absurdo, ya que en la península, lo que premia es todo lo contrario, la ausencia de pareja. Pero esto tiene un motivo muy lógico. Perú lleva acumulando en la última década un gran desarrollo económico y unos altos índices de empleabilidad para jóvenes titulados. Casi paralelamente en España, desde hace unos siete años,  llevamos padeciendo a diferentes escalas, esta cruel crisis inducida.

Ambos fenómenos, aunque a más de 12.000 kilómetros de distancia están íntimamente ligados, la emigración (sobre todo juvenil) en nuestro país, ha tenido un aumento exponencial durante los últimos años. Y una gran cantidad de jóvenes hemos elegido Perú como nuestro país de destino.

Esto ha hecho que muchos españoles llegasen a tierra Inca, muy bien preparados y con un expediente excelente (obviamente para quien me conozca, esto último no es mi caso). Gracias a este motivo y a la buena consideración que la educación europea (sorprendentemente) tiene en Sudamérica, hacía que años atrás a estos jóvenes no les costase esfuerzo encontrar un empleo. Pero muy pocos de ellos, fueron al Perú a quedarse, la gran mayoría fueron a desarrollarse uno o dos años como profesional y volver a su madre patria (como es lógico). Esto ha propiciado que muchas empresas peruanas sean reticentes a contratar españoles que llegan a la aventura a Lima, y que no tienen ningún motivo personal por el que quedarse pasados uno o dos años. Esta postura también es comprensible, se invierte un tiempo y un dinero en formar a un trabajador, y más si con su titulación ocupa un cargo importante dentro de la compañía.

En los dos últimos años Perú ha experimentado una desaceleración en su crecimiento, cosa que ha mermado las posibilidades que teníamos los jóvenes para encontrar un empleo allí. Si además, yo durante la entrevista digo que vine a buscar una aventura a este país y que no me liga nada personal a él, mis posibilidades de conseguir un trabajo se reducirían drásticamente.

Yo nunca había considerado crear una mentira de tal magnitud, y menos para una entrevista de trabajo, pero en este caso no tenía más remedio que hacerlo. Durante la mañana del lunes, no supe cómo avanzar con la estrategia, ya que no me veía sosteniendo un embuste de ese calibre durante una conversación prolongada, con tantas preguntas como es una entrevista. Durante el almuerzo, le comenté esta inquietud a un amigo, que en un momento me dio la clave. “Cuando digas que tienes novia, solo tienes que ponerle cara para sostener el engaño. Piensa en alguna de las chicas que conoces, que son o tienen familia peruana, y que además disfrutan de un trabajo estable aquí.”

Claro, ¿cómo no había caído antes? A cualquier pregunta del entrevistador, solo tenía que pensar en alguna amiga y darle la respuesta concreta, así no me costaba apenas mantener la mentira.

La tarde del lunes la pasé preparando la entrevista.

El despertar del martes fue nervioso, me había colocado tres alarmas (para asegurar, como en las grandes ocasiones). Me levanté muy temprano, tenía que preparar bien el espacio, la conexión a internet, y lo más importante, tenía que desempolvar y ponerme el traje que mis padres me habían regalado para esta aventura sudamericana, el primero de mi propiedad en 25 años, desde luego no por falta de insistencia de mis progenitores para que dispusiese de uno años atrás, sino porque nunca le encontré mucha utilidad a este atuendo en general, y en nuestra calurosa Córdoba en particular, y cuando necesité uno, siempre tuve el armario de mi hermano como referencia.

Se me pasó por la cabeza no usar traje, como la entrevista era online y solo se me iba a ver el rostro y poco más pensé que en chanclas, gayumbos, camisa y corbata sería suficiente. Escena muy cómica y divertida para una película, pero como bien sabía, no estaba en Hollywood, así que finalmente decidí colocarme mis zapatos, mis pantalones de traje, mi camisa y tras mirar de nuevo el tutorial de Youtube sobre cómo hacer el nudo, me puse mi corbata.

Ya tenía todo preparado en el salón, avisé a mis compañeros sobre el evento que allí se iba a desarrollar y me conecté a Skype. Al otro lado Jackelyn, responsable de Recursos Humanos de la empresa. Empecé algo nervioso, controlando el acento y mi vocabulario para que mi interlocutora no perdiese demasiados detalles de la intervención.

Al poco tiempo me encontré bastante más cómodo, establecí cierta empatía con Jackelyn y la conversación fue fluida, hasta que al fin llegó el delicado momento, me preguntó por qué había venido a Perú.

Yo, muy seguro, le comenté que mi novia estaba trabajando aquí, que tenía un buen y estable empleo, que había decidido venir a estar con ella y buscar trabajo para estar juntos los dos. Me quedó muy bonito y creíble por lo que no insistió más en el asunto. Después de un par de preguntas más sin mucha importancia, llegó una divertida anécdota durante la entrevista.

Jackelyn, me preguntó que cómo me veía en cinco años, sinceramente yo no había caído en ese tipo de preguntas, por lo que un poco nervioso, mi cerebro, tan influenciado por el tema de la novia llevó la pregunta al terreno personal. Por lo que yo, para no saltarme el guion que tan bien había planeado contesté: “Pues en cinco años, me veo aquí en Perú, viviendo con mi novia e imagino que con un bebé”.

Cuál fue mi sorpresa cuando Jackelyn me comentó que se refería a cómo me veía yo en cinco años pero en mi carrera profesional. Genial. Tuve un breve momento de tierra trágame que solventé con una sonrisa, contesté y pude seguir con la entrevista con total normalidad.

Salvo ese pequeño incidente, lo demás fue todo sobre ruedas, Jackelyn terminó muy contenta conmigo y me dijo, que la primera entrevista para el puesto la había pasado. Solo que tenía que asegurarse de que conocía las leyes de prevención de riesgos laborales para los sectores mineros e industriales de Perú. Le dije que sin problema, que ya había estado estudiando alguna norma (cosa que era cierta). Me dijo que en unos días me enviaría todas las leyes que debía conocer, y que programaríamos la siguiente entrevista dentro de una semana aproximadamente. Si pasaba esa, ya solo me quedaría la entrevista final con el gerente de la empresa.

El puesto era para ser el coordinador de Calidad y Seguridad Ocupacional en una empresa medianamente grande, por lo que no me extrañó tanta entrevista.

Finalizó todo y quedé muy contento. Inmediatamente me puse a buscar las leyes que me faltaban, y fui a imprimirlas, no iba a esperar a que ella me las enviase. Siempre hay que intentar ir un paso por delante.

A pesar de que había ido bien la cosa, no podía relajarme, debía de seguir con mis tareas.

Mi ánimo creía que había recorrido un gran trecho hacia mi objetivo, pero la realidad era que solo había dado un pequeño paso. Aun así, estaba muy ilusionado.

La tarde de ese martes contacté de nuevo con un gran jugador de tenis de mesa de Granada, que vivía en Lima, Paquito Martín, yo quería ir algún día a entrenar con él, y en ello estaba la conversación cuando de repente, tomó otros derroteros y me dijo: “Yo apenas tengo contactos aquí, pero un amigo mío también de Granada que juega al tenis de mesa, conoce a mucha gente y quizás pueda ayudarte”.

Le dije que estaba muy interesado y pronto me puso en contacto con él. Inicié la conversación con su amigo, Javier Cordero, esa misma tarde. Después de hablar un rato me comentó que una amiga suya tenía una inmobiliaria, que quizás ella podría tener trabajo para mí, o en su defecto conocer a alguien que sí lo tuviese. Me dio su número, la dirección, y quedé en que al día siguiente iría a verla.

Tenía otra cita, esta menos ilusionante, ya que no era una entrevista al uso, solo iba a ir a ver a esta amiga, charlar un rato y ver en qué podría ayudarme.

El resto de la tarde seguí postulando mi CV a ofertas y mandando cientos de emails. Al día siguiente, me enfundaría mi traje por segunda vez e iría a probar suerte. Es curioso que hasta ahora, las dos únicas entrevistas que haya tenido hayan sido gracias al tenis de mesa, el deporte que más alegrías me ha dado en mi vida parece no querer dejar de hacerlo.

El miércoles por la mañana de nuevo amanecí temprano, tenía una vez más que pelearme con el nudo, y esta vez coger taxi hasta la inmobiliaria. Cambié de camisa y corbata y me dirigí hasta mi nuevo destino.

Una vez allí, esta señora fue muy amable conmigo, me indicó que en la inmobiliaria no buscaban a nadie de mi perfil por el momento, pero que tenía varios contactos que quizás pudiesen ayudarme, tuvimos una charla muy cordial. Y quedamos en que me llamaría cuando hablase con sus contactos. Salí de allí contento, quién sabe qué puertas me podría abrir aquel encuentro.

El miércoles terminó tal y como lo hizo el martes, postulando a muchas ofertas con el mismo número de ganas.

El jueves se despertó en Lima un día espléndido, con un cielo totalmente despejado, de esos que no se presentan muy a menudo. Tanta era la claridad, que desde el malecón se podían distinguir las islas del Camotal. Siempre tapadas por un compendio de densas nubes.

El día te obligaba a salir a la calle, emanaba una alegría desbordante, iluminaba la ciudad de un tono especial, dando un aire de dignidad hasta a los elementos más sombríos de su arquitectura.

Yo que nunca fui de mucho resistir, monté en mi bici y me dirigí raudo hacia la luz. El paseo por el malecón fue uno de los más bonitos en bicicleta de los que he disfrutado nunca.

Creo que sería injusto no compartirlo.

 

 

La tarde del jueves encontré una llamada perdida en mi móvil, así que devolví la llamada. Para mi suerte era una empresa, por lo visto leyeron mi CV en un correo electrónico y estaban interesados en hacerme una entrevista. Por fin parecía que tanto y tanto correo servía para algo.

La sorpresa verdaderamente llegó cuando me citaron para el sábado a las 8 am, la chica con la que hablé, al yo repetirle incrédulamente, ¿el sábado por la mañana?, soltó una risita y confirmó que no había oído mal. Mi siguiente cita era el sábado, a las 8 am, en Sucre, un barrio no muy lejano de mi casa en Lima.

El viernes llegó, y me invitaron a la inauguración del piso de un chico vasco, Iñaki, menuda sorpresa con el nombre.

Se lo comenté a mi compi alemán y ambos acordamos ir en bici para no volvernos muy tarde, yo tenía una nueva entrevista de trabajo temprano al día siguiente, en este caso para consultor tri-norma (Calidad, Medio Ambiente y Prevención de Riesgos Laborales) por lo que la oferta era muy apetecible.

Fuimos a la inauguración del piso decididos a pasar solo un rato. Había mucha gente y el ambiente era realmente bueno. Conocí a varias personas nuevas, y la verdad, que cuando se nos acabaron las cervezas a mi compi y a mí estábamos tan a gusto que decidimos ir a por más, las tres últimas.

No voy a negar que el demonio rojo vino a visitarme cuando acabé la segunda batida de cervezas, estaba en racha, había tenido dos entrevistas en dos días y esto iba in crescendo. Su argumentario no era malo, pero aún no había conseguido nada y no podía desaprovechar esta entrevista.

La cordura volvió a mi cabeza y nos marchamos a eso de las 1:30 am , ya habíamos forzado suficiente.

El sábado volví a madrugar, ya no necesité Youtube para colocarme mi corbata y salí con bastante tiempo de antelación hacia mi destino. Llegue a donde supuestamente era la entrevista, la dirección exacta, pero allí solo había una casa, nada hacía parecer que dentro se encontraba una empresa. Dudé en llamar, por ser un sábado a las 8 am, pero a los minutos perdí el miedo, tenía que agotar todas las posibilidades, no podía haberme levantado un sábado a las 6:30 de la mañana para nada. Al instante apareció un hombre, le comenté que iba a la entrevista y me dijo que enseguida me abría. Al menos supe que no me había equivocado, cosa que fue un gran alivio. A los pocos minutos entré, estaba solo con dos personas de la empresa, parecía que no había ningún candidato más, al menos, a esa hora.

No me desvié de la estrategia de mi primera entrevista, la cosa fue bastante bien, y mi novia ficticia solo tuvo que aparecer en un par de ocasiones. Estaban preocupados por el tema de los costos y el papeleo de contratar a un extranjero. Esto era uno de los temas que mejor tenía estudiado, pero claro, por mucho que supiese sobre el tema nada facilitaba las cosas. Me dijeron que estaba todo bien, pero que tenían más candidatos y que había que esperar un poco hasta que terminasen con todos. Volvieron a insistir con el tema de los papeles, yo les dije que me informaría perfectamente de todo, que no se preocupasen por ello, les di las gracias y me marché a casa.

El resto del sábado simplemente aconteció, pero de él saqué una información muy valiosa con la que no contaba. Comentando en una conversación la preocupación de esta empresa por el tema de los papeles, me contaron que los españoles podíamos estar tres meses de contrato de pruebas sin tener que obtener el carnet de extranjería, y durante esos tres meses empezar a tramitarlo. Esto era muy importante, ya que así las empresas podían tenerme tres meses para conocerme, y luego, sería más fácil obtener el dichoso contrato de un año necesario para el carné de extranjería. Esto me animó muchísimo.

El domingo llegó, y a priori, no traía nuevas noticias.

La chica de recursos humanos de la primera entrevista aún no había dado señales de vida, cosa que no me gustaba.

La mujer de la inmobiliaria tampoco había vuelto a ponerse en contacto conmigo, por lo que por ahora, ninguna novedad.

Ese mismo domingo, una vieja amiga, que fue compañera de clase en mi facultad, se puso en contacto conmigo. Me dijo que el jefe de su empresa estaba en Lima, en la oficina que su compañía tiene allí, que él se había enterado de mi marcha a la aventura y que quería verme. Este era el jefe de la última empresa para la que yo trabajé en Córdoba de prácticas, y yo, que no tenía nada que perder, accedí y concreté una cita con él para el lunes.

El domingo no acabó ahí, tras mucho pensarlo por no querer molestar en el día de descanso del Señor, decidí ponerme en contacto con la empresa en la que realicé la entrevista el sábado temprano.

Les escribí diciéndole que me había informado mejor, y le comenté el tema del contrato de pruebas de 3 meses. Su respuesta mejor que narrarla, voy a plasmarla.

Sí, es lo que parece, tenía trabajo. La sensación de alegría que experimenté es imposible de transcribir con palabras. Por fin, después de tantos bandazos, había conseguido mi objetivo, lo tenía, ya era mío.

A pesar de que me gusta siempre mantener cierta cautela, se lo comenté a todos mis allegados, era tanta la tensión aliviada que no pude contenerme.

El domingo y mi tercera semana en Lima terminaban así. Parece que el fin de mis aventuras por Sudamérica está cerca. Aún quedaba tramitar muchos papeles y resolver ciertas incertidumbres, por lo que nunca sabremos por qué inescrutables caminos nos conducirá la siguiente semana.

Publicada originalmente el 04/06/2015*

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